CREACIÓN
Huancavelica es elevada políticamente a la categoría de departamento el 26 de abril de 1822, luego Simón Bolívar firmó un decreto que suprimió a Huancavelica como departamento y lo incorporó a la prefectura de Huamanga.
Por Decreto Supremo del 28 de abril de 1839 el Gran Mariscal Agustín Gamarra vuelve a crear el Departamento de Huancavelica conformada por sus cuatro provincias: Castrovirreyna, Angaraes, Huancavelica y Tayacaja.
PROVINCIAS
EDUCACIÓN
· Colegios públicos y privados:
· Total: 2.501
· Educación inprimaria:1023
· Educación primaria: 1188
· Educación secundaria: 290
· Universidades: Universidad Nacional de Huancavelica
LUGARES TURÍSTICOS DE HUANCAVELICA
Plaza de Armas.- Base de la creación de la ciudad de Huancavelica, antes llamada como la “Villa Rica de Oropesa”, en honor al virrey Francisco de Toledo, natural de Oropesa (España). Es de estilo arquitectónico colonial original, y al centro luce una pila construida, en 1862, íntegramente de piedra granítica. En su perímetro se encuentra la catedral y el cabildo de dos pisos con once portales, que antaño servía de local al ayuntamiento municipal. Asimismo pueden verse la capilla de la Virgen de los Dolores y, en la parte central, una pileta de piedra en forma octogonal, con dos fuentes de agua que representan rostros de indias.
Bosques de Puyas de Raimondi.- La Puya de Raimondi es una de las plantas más raras del planeta. Su vida media es de 40 a 50 años, aunque pueden alcanzar los 100 años. La floración ocurre una sola vez, en esa etapa sobrepasan los 10 metros de alto. El bosque de puyas de esta parte de la región, se encuentra ubicado en la comunidad de Callqui denominado Ccallanapucro a 14 Km. del centro de Huancavelica.
Iglesia de San Sebastián.- Fue construida el año 1662 y se encuentra ubicada en la misma plaza donde está ubicado el Templo de San Francisco. Su portada pertenece al clásico estilo renacentista: sobrio y equilibrado y tiene hermosos altares tallados en fina madera y revestidos en pan de oro. En uno de ellos se encuentra la imagen del Niño de Lachoc, de quien se dice se apareció en unos pastizales y ayudó al Mariscal Cáceres en su lucha por la Guerra del Pacífico; mientras que en otro altar menor se encuentra el Señor del Prendimiento, imagen principal y que convoca a miles de fieles en la Semana Santa.
Iglesia de San Francisco.- Se encuentra ubicada en la plaza Bolognesi, en la ciudad de Huancavelica y fue construida en el año 1777, conservándose casi intacta pese a los movimientos sísmicos que ha soportado. En el interior destacan los retablos barrocos, tallados en madera y bañados con pan de oro siendo el más afamado el dedicado a San Francisco. El convento de San Francisco de Huancavelica se vincula a leyendas populares y a recuerdos de guerra. En las "Tradiciones Peruanas" de Ricardo Palma, se le relaciona con la leyenda del "Padre sin cabeza" según la cual, un padre franciscano que se ahorcó en una de las celdas del convento, sale a caminar por las noches y toca las campanas de la iglesia. También se dice que, durante la Guerra del Pacífico, en el siglo XIX, el convento acabó convertido en cuartel general del ejército comandado por Andrés Avelino Cáceres y la resistencia peruana. Dice la tradición, que Cáceres vendió los instrumentos musicales del templo, con la intención de conseguir fondos para sostener a la tropa peruana durante su estadía. Actualmente, en la plataforma delantera de la iglesia, se celebra el concurso de Danzantes de Tijeras los días 24 y 25 de diciembre. Igualmente, el 6 de enero de cada año se escenifica la Adoración de los Reyes Magos.
Iglesia de Santo Domingo.- Está ubicada en la Plaza de Armas. Construida en el siglo XVII, su frontis impresiona por el contraste entre sus dos hermosas y robustas torres blancas, que contrastan con su portada de piedra volcánica de color rojo indio, frontones partidos y columnas salomónicas profusamente decoradas. En su interior predomina el decorado barroco del altar mayor y destacan el púlpito y los altares laterales en pan de oro, así como una buena colección de lienzos atribuidos a pintores indígenas, de las escuelas Cusqueña y Huamanguina.
Complejo Arqueológico de Huaytará.- A 338 Km. al sureste de la ciudad de Lima. Fue originalmente una construcción inca que sirvió de basamento para edificar la iglesia de San Juan de Huaytará durante el virreinato. En la construcción precolombina se distinguen dos secciones, el Palacio del Inca y los Baños del Inca. El Palacio del Inca presenta una planta trapezoidal cercada por muros de 1,65 metros de espesor y una altura de 3,70 metros. Estas paredes están hechas de sillar pulido de color rosado, en esta obra destacan diversas características de la arquitectura inca como el uso de hornacinas, nichos y puertas de forma trapezoidal. A un costado del atrio de la iglesia colonial, se ubican los Baños del Inca, en el lugar se encuentran dos piedras de granito muy singulares por su color rosado y en el centro, otra más grande de tonalidades oscuras en cuya parte superior se observan dos canaletas talladas.
Mina de Santa Bárbara o Mina de la Muerte.- A 6 Km. al sureste de la ciudad de Huancavelica, fue una antigua mina explotada durante el virreinato y considerada como "la preciosa alhaja de la corona española", de donde se extraía el mercurio necesario para purificar la plata. Cuenta la historia que la fundación de Huancavelica en 1571, se debe al descubrimiento de esta mina (1563) encontrada por el encomendero Amador de Cabrera gracias a la información proporcionada por un cacique indígena. Con 3 este hallazgo, la explotación de los yacimientos de plata del Perú mejoró, pues con el mercurio o azogue se lograba obtener un mineral de mayor pureza. Por ello, junto a Potosí (Bolivia), Santa Bárbara se convirtió en la más célebre mina del virreinato peruano. Esta mina fue el punto de partida de la famosa «ruta del mercurio», saliendo de la ciudad arrieros guiando caravanas de llamas y mulas que transportaban el preciado metal líquido, en botas de cuero, hasta Tambo de Mora, puerto en el cual se embarcaba con destino a Arica, para desde allí seguir a la mina de plata de Potosí. Por la dureza del trabajo, era también llamada la "Mina de la Muerte", donde las madres llegaban al extremo de quebrar los huesos de sus hijos pequeños para librarlos de los trabajos y no verlos morir en el trabajo de la mina. En la zona se conservan vestigios del antiguo asentamiento colonial y en la entrada principal es posible apreciar un escudo de la corona española grabado en piedra.
Complejo Arqueológico de Inkañan Uchkus.- A 24 Km. de la ciudad de Huancavelica, fue en un importante centro religioso y de observación astronómica. En una de las plataformas se distinguen espejos de agua que permitían seguir los movimientos del sol y la luna. Además, se observa un área dedicada a la labor agrícola con andenería en miniatura que posiblemente permitió experimentar con diversos cultivos.
PRINCIPALES DANZAS
· Qachwa Huancavelicana.
· Qachwa de cebada Saruy de Sotopampa.
· Qachwa de Mukeq.
· Pacha achikiay Inti kanchari.
· Danza de Tijeras.
· Papa Tarpuy.
· Montonero y tropa de Caceres.
· Uywa Raymi.
·
L I T E R A T U R A
LEYENDAS
LOS HERMANOS LAIWI
Del archivo de Francisco Galindo A. Centro de Promoci6n Social Urbano Rural "Llankay". Se ha respetado la redacción original.
Recogido en la localidad de Moya. Relato de Carmela Palacios Alarco.
En tiempos muy remotos tres hermanos gigantes llamados Upa Laiwi, vinieron a un pueblo denominado Laiwi, a fundar Moya. Estos tres hermanos se encaminaron por el lado oeste de su pueblo; a1 llegar a Wacara, (morro situado en la parte elevada de Moya), divisaron el paisaje inquietante de lo que hoy en día es Moya con un valle pequeño al fondo, apropiado para formar un pueblo floreciente. Siguieron avanzando con dirección a Moya y en el corto trayecto que caminaron hasta Waripata, la mente de los hermanos se les había inundado de una serie de pensamientos codiciosos, en torno a la idea de quien se quedaría a1 centro de la población, una vez formada.
Se detuvieron en Waripata y los tres discutieron airadamente para apoderarse de la ubicación céntrica del lugar; la manzana de la discordia quedó resuelta satisfactoriamente con la aceptación de que al centro se ubicaría el que lance, con sus respectivas huaracas (hondas) a mayor distancia, las piedras que tenían a su lado.
Había tres piedras enormes, del tamaño de una casa, de pesos iguales. Cada uno cogió su correspondiente piedra y la colocó en su honda. El primero lanzó hasta "Misarumipampa" a un kil6metro antes del lugar designado, para la formación del pueblo de Moya.
El segundo lanzó hasta dos kilómetros después de Moya y cayó en "Wayllincunapampa", y el tercero lanzó hasta siete metros antes que el segundo.
Al fundar el pueblo de Moya, el segundo se ubicó a1 centro de la población, llamado "Chaupi". El tercero se ubicó en el barrio de abajo, llamado "Ollanqa" y el primero se ubicó en el barrio de arriba, llamado "Ollana". Desde entonces cada cual encabeza a 1os habitantes de su correspondiente barrio y siempre vivieron en continuas rivalidades y competencias. Estos hermanos Upa Laiwi eran de fuerzas extraordinarias; por donde caminaban, se hundía la tierra, hasta en las piedras dejaban sus rastros. Cada uno de estos hombres se alimentaba, en el desayuno, con el pan obtenido de los hornos y de dos peroles de sopa. En el almuerzo, comían tres sacos de papa sancochada, dos peroles de sopa y la "saqta", que le preparaban con dos novillos. En la comida, la cantidad de alimentos era igual a la del almuerzo.
No se sabe cuándo murieron estos tres hermanos, pero el pueblo recuerda su vivencia en esta tierra de Moya.
C U E N T O S
EL VIAJE POR EL DESEO
(Cuento presentado al I Concurso de Cetos, Poesías y Ensayos pedagógicos organizado por el Colegio de Profesores del Perú 2022),
Juan Luis Espinoza Chinchón
HUANCAVELICA
El maestro Juan tiene una historia dramática llena de aventuras que es signo de conocerlo. Empezó con mayor intensidad cuando estaba en la promoción del colegio. Su padre con voz imponente le dijo: Hijo, estudiarás en la universidad, ingeniería o derecho. Juan completamente sorprendido se quedó mudo. Te ayudaré a construir tu futuro. Juan no pudo contradecir a su padre. Si contradecía perdía todo, todo el apoyo, aunque no era mucho. Juan no dijo nada, simplemente habló desganado, sí, padre, gracias.
Antes de los preparativos de la fiesta de la promoción donde estudiaba Juan, el padre llegó con unos papeles en la mano y le dio a su hijo. Ya te inscribí. Estudiarás ingeniería civil. Juan recibió los papeles con desgano y; cogiendo todas las fuerzas de su recelo. Desde el fondo de su silencio y rompiendo la voz callada. Se enfrentó con una voz entrecortada. Papá, me vas a disculpar, pero, no puedo estudiar ingeniería civil. Decidí estudiar otra carrera. ¿Qué?, ¿qué?, ¿qué estás diciendo muchacho?, ¿o sea, pienso en tu futuro y tú lo quieres tirar al tacho. Juan se agachó y se puso a llorar. Lloras como mujer, carajo. Como esos rosquetes. Deberías alegrarte. Deberías bailar con un regocijo eterno y en la fiesta de la promoción deberías gritas a los cuatro vientos: ¡Seré ingeniero civil! Juan llorando replicó. Pero, papá, por lo que más quieras, yo no puedo estudiar lo que no quiero. No me gusta esa carrera. ¿Y qué carrera decidiste estudiar; si se puede saber?, dime, habla.
Juan presionado e incómodo, todavía con el rostro lloroso respondió.
—¡Maestro!
¿Maestro? No me hagas reír. ¿Te gusta ser maestro? Sí, padre. ¡Qué pena!, moviendo la cabeza. ¡Qué triste!, como burlándose. ¿Eliges la peor carrera? ¿Quieres ser pobre? ¡Quieres vivir mendigando! Si vas a ser maestro te vas de la casa. Así como tu madre. Ella se fue con el vecino y hoy vive en el infierno. Los maestros son los más pobres, a duras penas viven. Más que vivir sobreviven en la desgracia. Así que, si eliges la carrera de la tristeza vete de la casa y verás quien te apoye tus caprichitos de joven fracasado. El padre giró violentamente, dio con la espalda y se fue molestó. Después de entrar a su cuarto tiró la puerta como quien huye de un monstruo.
Cuando el padre desapareció, Juan se quedó congelado. Miró a todas partes de la casa y se mordió los labios. Se sentó en el piso y lloró. Entró a su humilde aposento y cogió algunos objetos, como seleccionando. Para no originar la vergüenza y evitar enfrentamientos o insultos con su padre salió sin despedirse y a escondidas. Caminó cierto trecho sin destino. Llevó en un costal libros y cuadernos. Llegó a la plaza del pueblo y allí se sentó en la banqueta, frente a la iglesia. Pidió ayuda al divino. Nada ni nadie llegó. Se acurrucó en la banqueta y nuevamente lloró. Decidió ir donde su amigo. Pidió posada. El amigo llamó a su madre y Juan le contó lo sucedido con llantos y lamentos. La madre se compadeció y le dio alojamiento en el corredor. Alojado al rincón del corredor pasó frío hambre y para sobrevivir buscó todo tipo de cachuelos: Lavó platos. Limpió carros. Ayudó a los cocineros. Fue ayudante en la panadería y en otras actividades buscó ganarse una moneda.
Llegó la fiesta de la promoción. Juan supo que no iría. Su padre lo abandonó. Salió triste a la calle y se alejó de la ciudad. Se sentó sobre una piedra. Lloró. Lloró amargamente lamentándose de su triste situación. Un día realizaré mi fiesta de promoción como quiero y bailaré como nunca, dijo en alta voz. Gritó en la noche. ¡Seré un maestro, sí, un maestro! Juan para vivir y construir sus sueños realizó dos cosas: estudiar y cachuelear. Leía en sus tiempos libres y a la vez se convertía en un muchacho de mil servicios. Juan no recibió su pergamino. Durante toda la noche no durmió. Y en todo momento quería ser un maestro. Después de una semana se realizó el examen de admisión. Juan ingresó. ¡Ves, les dije que seré maestro!, gritó al enterarse del resultado. Yo seré un maestro. Corrió alegre por la avenida principal de la ciudad. Se tiró en el centro de la plaza. Era su alegría. La población lo miró con recelo; pero, él disfrutó su ingreso con una alegría inmensa.
Juan estudió en el Instituto Superior Pedagógico Publico. Fue marginado por su pobreza; pero, él no se amilanó frente a los desprecios; se enfrentó con ingenio para estudiar y trabajar. En la casa donde se hospedó no hacía uso del agua y tampoco del fluido eléctrico. Con mucho ingenio se instaló debajo de un poste y con la ayuda del alumbrado público realizó sus estudios y tareas. Lavó su vestimenta en el río. Y durante los cinco años de estadía en el pedagógico su padre nunca lo buscó. No se preocupó y completamente en el olvido como una planta olvidada creció y creció, y poco a poco iba construyendo sus sueños. Juan sustentó su trabajo de investigación para obtener el título que lo acredita como profesor. Salió a la calle y gritó a viva voz. ¡Ahora sí, soy el maestro del Perú!
Juan se presentó al proceso de contrata. Se le adjudicó una plaza que él escogió al azar. Dejó la ciudad. Viajó con una camioneta hasta cierta distancia.
Caminó varias horas preguntando y preguntando. Cuando la oscuridad lo envolvió se acurrucó detrás de una piedra. Juan no sintió el frío ni el hambre.
Su único compañero eran los libros. Antes del crepúsculo siguió su camino por donde lo dirigieron. “Allá atrasito está el colegio, detrás de ese cerrito”. Cruzó un caudaloso río. Caminó por senderos muy sinuosos. Trepó cerros y cuando llegó al pueblo, la población lo recibió con su pobreza y su humildad. De las chozas salieron los jóvenes. Juan saludó y con amabilidad les habló en su dialecto. El colegio lo recibió. No era su local propio, sino prestado por la comunidad. A los primeros alumnos empezó a enseñarle con cariño. Al principio sintieron miedo, pero a medida que cogieron la confianza empezaron a leer. Le motivó a la lectura sin presión. Los que no quisieron leer al principio poco a poco ingresaron al mundo de la lectura. Empezó a cambiar todo el estudiantado. Juan se dedicó a tiempo completo a promover la lectura. Lo realizó incluso los sábados. Cuando salieron a la losa deportiva, el maestro les decía: primero leemos un cuento y luego jugamos. Y como las historias eran bonitas no solo estaba en el grupo los estudiantes sino la población. Los chicos descubrieron que la lectura era el secreto para realizar grandes aprendizajes.
Juan se confundía en las reuniones del pueblo y les contaba cuentos y a veces les leía. Así promovió la lectura en el colegio y en la comunidad. Los que no querían leer también empezaron a leer. Juan construyó el hábito lector con amor y cariño.
Después de sembrar la lectura en sus alumnos, Juan regresó a la ciudad completamente alegre. Buscó a su padre. Al encontrar le saludó y le habló suavemente.
—¡Padre! Gracias por la vida que me diste. No sé si soy un verdadero maestro; pero, mis sueños y mis deseos estoy construyendo poco a poco.
Gracias.
El padre se quedó mudo y...
ÚLTIMO RECUERDO
(Cuento presentado al I Concurso de Cetos, Poesías y Ensayos pedagógicos organizado por el Colegio de Profesores del Perú 2022),
José Luis Quinto Taipe
Pueblo Nuevo – Lircay - Huancavelica
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