CREACIÓN
Fue creado políticamente el 30 de marzo de 1861. Tiene como capital a la ciudad de San Miguel de Piura
PROVINCIAS
· Ayabaca capital Ayabaca
· Huancabamba capital Huancabamba
· Morropón capital Chulucanas
· Paita capital Paita
· Piura capital San Miguel de Piura
· Sechura capital Sechura
· Sullana capital Sullana
· Talara capital Talara
EDUCACIÓN
· Colegios públicos y privados:
· Total: 3.558
· Educación inicial: 881
· Educación primaria: 2.125
· Educación secundaria: 552
· Institutos entre los que destacan son:
· Universidades:
o Universidad Alas Peruanas - Filial Piura
o Universidad los Angeles de Chimbote - Filial Piura
o Universidad los Angeles de Chimbote - Filial Sullana
o Universidad Cesar Vallejo - Filial Piura
o Universidad San Pedro - Filial Piura
o Universidad San Pedro - Filial Sullana
LUGARES TURÍSTICOS
Pocitas de Máncora
Cuando hablas con alguien de Piura lo primero que sale en la conversación son las playas de Máncora. Este destino es el preferido de prácticamente todos los turistas que llegan hasta aquí. Algunos se quedan en sus extensas playas, bañándose, tomando sol o haciendo surf, pero cerca de estas enormes playas hay un rincón diferente: las Pocitas.
Esta singular playa recibe su nombre por las pozas naturales que el mar ha ido formando en las rocas que hay en la orilla. En ellas te puedes bañar como si estuvieras en una piscina natural y relajarte al máximo mirando el increíble paisaje alrededor.
Desierto de Sechura
¿Sabías que el desierto más extenso de Perú se encuentra en Piura? Se trata de Sechura, situado en el centro del departamento de Piura y con una gran variedad de destinos naturales para conocer.
Aquí se encuentra la famosa duna de Médano Blanco, conocida como una de las más bonitas de Perú y en la que podrás practicar sandboard, un deporte que pondrá a prueba tu adrenalina.
Además, en la parte costera de este desierto están los Manglares de Vice, el Estuario de Virrillá y la Zona Reservada Illescas, tres lugares en los que vive variada fauna como los bellos flamencos o el gaviotín peruano, en peligro de extinción.
Avistamiento de ballenas jorobadas
Sin duda, uno de los momentos más maravillosos que vive la costa peruana es en el que las ballenas jorobadas salen a hacer sus majestuosos saltos por el océano Pacífico. Cada mes de agosto, alrededor de 2000 ballenas llegan desde la Antártida a las playas de Punta Sal, los Órganos y Cabo Blanco, para tener sus crías y comenzar con ellas el viaje de vuelta a la zona sur del planeta.
Estos animales, que tienen una longitud de 16 metros de largo y pesan más de 40 toneladas, tienen un ritual de cortejo muy curioso. Además de emitir cánticos debajo del mar que llegan hasta los 300 km de distancia, los machos realizan estas piruetas en el aire, alcanzando los 20 metros de altura. ¡Un espectáculo maravilloso!
Nado con tortugas
Otro de los atractivos turísticos en Piura es poder nadar con las gigantes tortugas verdes. Esta actividad se realiza en la Caleta El Ñuro, donde se encuentra un centro dedicado a la investigación de esta especie, en el que podrás aprender los detalles de este animal antes de pegarte un baño con ellas.
Playa Cabo Blanco
La Playa Cabo Blanco tiene un encanto especial muy aparte de sus paisajes. Y es que, según cuentan, Ernest Hemingway se inspiró en este lugar para escribir su conocida novela El viejo y el mar. Así que cuando vayas a visitar Cabo Blanco no olvides meter en tu mochila este libro y leerlo con este escenario de fondo.
Las aguas turquesas de este lugar cuentan, además, con olas perfectas para la práctica de surf. Y, ¿qué mejor que acompañar un día de playa con un delicioso ceviche? En Cabo Blanco encontrarás diversos restaurantes de comida marina con los mejores platos de la costa peruana.
Chulucanas
Pero no todo es naturaleza en esta región norteña. A tan solo 64 kilómetros de la ciudad de Piura se encuentra Chulucanas, un pueblo conocido por ser unos verdaderos maestros del trabajo en cerámica. Este arte viene de la ancestral cultura tallán, quienes habitaban en esta zona de Perú entre los años 700 y 1500 después de Cristo.
Catarata de Caracucho
En Piura también puedes darte un baño en zonas de agua dulce. Uno de estos lugares es la Catarata de Caracucho, una caída en la que liberarte del sofocante calor que caracteriza al departamento de Piura.
Ruta de playas
Muy aparte de Máncora, Piura cuenta con playas que se encuentran a menos de una hora de la ciudad, ideales para aquellas personas que tienen poco tiempo para invertir en esta zona de Perú. También se pueden apreciar otras playas como: Colán, al norte, Los Cangrejos y Caleta Yacila, al sur.
Parque Nacional Cerros de Amotape
Otro de los lugares turísticos en Piura que no tiene desperdicio es el Parque Nacional Cerros de Amotape, donde se mezcla el bosque seco tropical con la cordillera del norte de Perú y territorio compartido con el departamento de Tumbes.
Esta unión crea un hábitat perfecta para una gran variedad de flora y fauna. Los Cerros de Amotape es uno de esos lugares en los que tienes que andar con los ojos bien abiertos, ya que podrás ver a animales tan impresionantes como el cóndor andino o el oso de anteojos.
Pozas de Barro
Un lugar para relajarse y aprovechar las propiedades medicinales de la naturaleza son las Pozas de Barro de Talara. Esta piscina, de aguas cálidas y sulfurosas, cuenta con infinidad de beneficios para nuestra piel.
DANZAS
· 12 PARES DE FRANCIA.
· CAUTIVOS DE LA VIRGEN DE LA MERCED DE PAITA.
· HILANDERAS DE HUANCABAMBA.
· LA DANZA DEL CABALLITO.
· LA LOCA.
· LA MARINERA NORTEÑA.
· LAS PASTORAS.
· LOS NEGRITOS DE NARI-WALAC
L I T E R A T U R A
LEYENDAS
El pueblo de Narihualá
Recopilada por Adrineli Canelón en Mitos y leyendas de Piura
Narihualá es un pequeño pueblo que en la época precolombina estuvo habitado por numerosas tribus. Fueron tribus muy ricas en oro y piedras preciosas, y usaban estos elementos para construir templos y objetos dedicados a sus deidades.
La leyenda cuenta que cuando se supo de la llegada de Francisco Pizarro y los conquistadores, el pueblo se enterró profundamente con sus riquezas; no podían aceptar que los invasores se apropiaran de estas.
Es por esto que se dice que hay tesoros muy valiosos enterrados en el pueblo. Los pobladores cuentan que el Viernes Santo aparece un indio que recorre las calles tocando una campana pequeña que hace mucho ruido.
La leyenda dice que esta es la señal que da autorización para desenterrar los tesoros.
El cerro de la viuda
Al quedar viuda, una mujer decide abandonar su hogar en el distrito de Sóndor para huir del recuerdo de su marido. Se asienta en un cerro, concretamente en una casa blanca muy llamativa por su jardín repleto de rosas también blancas. La mujer hizo de aquello un lugar misterioso al que no dejaba acercarse nadie.
Se dice que la mujer solo se deja ver las noches de luna llena, en las que baja a la ciudad y se pasea por ella. Va vestida completamente de negro y se adentra en una iglesia a rezar hasta que llega el alba.
Lo más intrigante de toda esta leyenda es que se dice que la mujer tiene el poder de encantar a cualquier hombre, atrayéndolo hacía el cerro y haciéndolo desaparecer.
En cierta ocasión, cerca del cerro encontraron un hombre en muy mal estado, muy flaco y desnudo, con la cabeza totalmente ida. Tuvieron que amarrarlo y practicarle brujería para que pudiese recuperar la cordura.
Al volver en sí, argumentó que llegó a la casa de aquella mujer, pero que poco más recuerda de todo lo que le ocurrió bajo el hechizo de aquella misteriosa viuda.
C U E N T O S
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LA VALENTIA Y BONDAD DEL ABUELO JACINTO
Cuento presentado al I Concurso Nacional de Cuentos, Poesías y Ensayos pedag+ogico organizado por el Colegio de Profesores del Petú 022)
Alejandro Eneleo Cordova Peña,
AA. HH Manuel Seoane Corrales- Distrito 26 de octubre- Piura
Cuentan que mi abuelo fue uno de los más valientes y bondadosos de todas las personas que hayan vivido en mi pueblito allá en la serranía del alto Piura ubicado a 3050 msnm, donde los cerros parecen besar el cielo claro y despejado, allá donde las nubes dibujan caprichosas figuras movidas por el viento, donde el intenso frío colorea las mejillas de sus pobladores, allá donde se respira aire puro y la vida trascurre sin preocupación. Su nombre: Jacinto Peña Ramírez, uno de los fundadores del Caserío de Ramos perteneciente al distrito de Lagunas, provincia de Ayabaca, Región Piura.
Su valentía se debe a que él y dos amigos, venciendo el miedo y desafiando los encantos de los “tres cerritos” ubicado cerca de “La Puerta de Pillo” límite entre el caserío de Ramos, Arrendamientos y Huacas Alto, allá por los años 20 encontraron un tesoro que allí permaneció enterrado por muchos años y que había causado muchos sustos a los caminantes, que por allí pasaban sobre todo por las noches, pues alguien les tiraba tierra al poncho o sombrero (atuendos típicos de sus moradores) y que al observar nadie parecía a la vista; entonces el miedo les invadía; muchos eran los que habían experimentado aquel suceso. Pro lo que era sabido que evitaban pasar por ese camino, además se comentaba era que los cerritos estaban encantados por un “entierro” que había dejado el padre Pedro Guerrero que vivía en el distrito de Santo Domingo de la provincia de Morropón.
Cuentan que el religioso, solía andar por estos parajes a realizar misas, bautismos, confirmaciones, matrimonio y otras cuestiones que la función eclesiástica le permitía en las diversas festividades patronales de los principales distritos y caseríos; pues siempre se le veía que cargaba consigo un baúl cuyo contenido solo los más allegados conocían y en esas idas y venidas; seguramente agotado por el cansancio, por la vejez que le asechaba y por una enfermedad desconocida que le aquejaba, dejó enterrando su preciado baúl y después de esto no se supo más de él: solo después de algunos años se esparció la noticia que había fallecido y por coincidencia, empezaron los sucesos en los “tres cerritos”
El abuelo Jacinto y sus inseparables amigos: Gregorio Pintado Mondragón y Epifanio Humbo Saavedra, teniendo conocimiento de los sucesos que ocurrían en los “tres cerritos” acordaron ir y experimentar en carne propia lo que ahí sucedía y pedir al alma del difunto les deje apoderarse del tesoro que yacía escondido en sus entrañas, provistos de palanas, barretas, una gran alforja y un brioso caballo para cargar el tesoro. Se reunieron a eso de las 7.30 pm, y se dirigieron al lugar del encanto; cuando llegaron, a cierta distancia ataron al equino en unos arbustos y se sentaron a esperar. Estando allí, efectivamente les empezó a caer tierra en sus ponchos y sombreros, esto no les preocupó ni asusto tanto, hasta que vieron aparecer una luz en medio de la oscura noche, que se acercaba cada vez más y claramente pudieron percibir la silueta alta de un cura con toda su indumentaria, entonces les invadió un profundo miedo, la piel se les erizo, las piernas les temblaban y sin mediar palabras emprendieron la retirada.
El abuelo Jacinto que era el dueño de la acémila cabalgó en él y entonces este salió a toda prisa, pero como el caballo estaba atado se frenó intempestivamente y el aterrorizado jinete salió disparado e impactó en los bordes del camino perdiendo el conocimiento.
Despertó adolorido y lo primero que vio fue la imagen del cura parado a sus pies y con señas le indicó que ponga su pañuelo en la punta de su espada, aterrado aún obedeció: el cura le sonrió y le dijo en señas que donde dejara caer el pañuelo, ahí encontraría el tesoro. Entonces dio la media vuelta y recorrió los cerritos y en uno de ellos dejó caer el pañuelo y en el acto desapareció dejando un haz de luz por donde había venido. Sus amigos con asombro habían observado todo, cuando vieron que la sombra se alejó, se acercaron al abuelo y empezaron a interrogarle sobre qué le había dicho el “cura”, si había tenido miedo, ¿qué le había pasado?, ¿por qué se había quedado solo?; ellos no se percatado lo que le habría ocurrido. Él, haciendo gala de valentía respondió: “que no había sentido miedo y que decidió quedarse para pedirle al espíritu que le entregue el tesoro y que no vuelva a espantar a los caminantes y que éste le había dicho que el tesoro era solo para él y que de ninguna manera comparta con los cobardes que lo habían abandonado” Ellos reconocieron que habían actuado mal y le pidieron disculpas. El abuelo que era tan bueno no reparó en la actitud de sus amigos y más bien les propuso que fueran en búsqueda del pañuelo, ni bien lo encontraron con sus herramientas empezaron a excavar cuando iban unos dos metros de profundidad y al ver que no encontraban nada el desánimo les invadió pero el abuelo optimista como siempre les animó a seguir, cuando ya estaba amaneciendo la barreta chocó con algo y se escuchó un metálico sonido, entonces las fuerzas que ya iban decayendo fue reemplazada por energía y entusiasmo, sin darse cuenta habían excavado unos 4 metros aproximadamente y efectivamente allí encontraron un hermosos baúl tallado en cedro y al abrir se dieron cuenta que estaba repleto de joyas de oro,
plata y algunas piedras preciosas, la alegría fue grande, se abrazaron dieron gracias a Dios por el hallazgo. Empezaron a llenar el tesoro en la alforja y la subieron al caballo y contentos regresaron a sus casas. La noticia rápidamente se esparció por todo el pueblito y curiosos llegaban a ver el tesoro y no era más el tema de conversación entre los vecinos.
El abuelo que todo lo había planificado, entre los tres se repartieron la tercera parte del tesoro y la otra parte fue llevada y vendida en la provincia de Ayabaca ierra del Milagroso Cautivo a una familia adinerada llamados los “blancos o caciques” con el dinero recibido (pesetas y reales) compraron terrenos para aquellos que no tenían donde vivir, uno de estos fue destinado para que se construyera la primera escuelita, sus amigos y vecinos entusiasmados se dividieron las tareas para empezar a construirla con material rústico: unos hacían el adobe, otros la teja y aquellos iban al bosque en busca madera para bigas, umbrales, qucios, pilares, trancas, puertas ventanas, etc. Era asombroso ver las llamadas mingas que iban trayendo los gruesos maderos desde las montañas lejanas; mientras las mujeres preparaban ricos y reconfortantes potajes a base de verduras, menestras, tubérculos, cereales y carne de las ovejas más gordas; además nunca faltaba la refrescante chicha de maíz y el aguardiente de pura caña traído desde Santo Domingo. Fue así, que en menos de dos meses estuvo terminada la escuelita para que estudie todo aquel que tenía ganas de aprender.
La escuela estaba lista pero entonces faltaba un maestro, para eso fue necesario trasladarse hasta la provincia en varias oportunidades en búsqueda de un docente, hasta que de tanto andar y rogar: la joven y guapa maestra Delmira Santur Troncos, aceptó el reto, pero el problema proseguía pues ninguna autoridad de la provincia quería asumir el pago. El abuelo Jacinto que anhelaba que la gente de su pueblo se eduque, ofreció pagarle por tres años. Para cumplir con este compromiso, vendió lo que le quedaba del tesoro, pues ya había comprado terrenos y otros bienes para dejar en herencia a sus hijos.
Se dice que la escuelita empezó a funcionar el día 5 de junio de 1955 con 21 estudiantes la mayoría adultos, algunos jóvenes y unos cuantos niños y niñas.
Fue así como la valentía y el desprendimiento que lo caracterizaba al abuelo, permitió que tuviesen una escuelita donde lograron educarse muchas personas: el abuelo no sabía leer ni escribir, sin embargo, esto no lo amilanó en ninguno de sus propósitos pues tenía capacidad de liderazgo y un gran corazón. Sus amigos y vecinos toda la vida le agradecieron y le colmaron de elogios, pues era una de las personas más queridas y respetadas del lugar y es más no teniendo
como pagarle decidieron cambiarle el nombre al caserío que antiguamente se llamaba Portachuelo de Pillo y ponerle San Jacinto, pero él propuso que llevará las iniciales de su segundo apellido y el de sus amigos diciendo: mi caserío se llamará simplemente “Ramos” y es así como hasta ahora lleva ese singular y significativo nombre. Cuentan que cuando el abuelo falleció todo el pueblo lloró desconsoladamente y le guardaron luto por más de una semana y en la lápida de su tumba hasta hoy se lee el siguiente epitafio: “Aquí yace el cuerpo de aquel que con su valentía y bondad enseñó con el ejemplo, lo que otros intentan en teoría: te recordaremos siempre querido JACINTO”
E N S A Y O
EL MIAU DE LOS MELLIZOS
Cuento presentado al I Concurso Nacional de Cuentos, Poesías y Ensayos pedag+ogico organizado por el Colegio de Profesores del Petú 022
Mousse Carrasco Ricardo Santiago
PIURA
La redonda Luna colgada en lo alto del cielo se dejaba ver claramente:
Parecía una lechosa bolincha atorada en el único hueco que dejaba el Sol al momento de irse a dormir, ya muy cansado para tener ganas de despertarse a medianoche y decirle que no se preocupe, porque también él era una bolincha como ella, y, para colmo, todavía amarillenta; que debería incrustarse en el mismo sitio donde seguirán soñando los astros de nuestra infancia:
“Había una vez un miau
que de tanto jalarle la cola
pudo un día enroscarse alrededor
de la Luna
cuando sobre los tejados
felinas sombras maullaban
sus dolores…”
El mellizo con nosotros, Emmanuel, acostado junto a su hermanito que es más llorón que las cebollas del jardín que, una vez abiertas, derraman sus lágrimas al viento mojando, copiosamente, nuestros ojos; cuando, cayéndonos al suelo, nos hacemos unos tremendos chinchones que duelen no se imaginan cómo, los moretones que demoran tanto en desaparecer de golpe, esos profundos cortes que nos han dejado la piel marcada por desobedientes, precisamente cuando los filudos cuchillos brillaban en sus lustrosas puntas,
hincándonos –pero muy fuerte- y que hacen de estas cicatrices tan nítidas, pero que entristecen la cara, ahora casi oculta, en esta noche lluviosa, de la redonda Luna:
-Quiero hacer nono, papi –advierte, el mellizo con nosotros.
Pero esta lluvia no quiere reposar todavía y se ha hecho tan ruidosa que las calaminas se quejan de sus humedecidos sonidos, hasta que no pueden aguantar más y le gritan, con sus metálicas gargantas, a la lluvia que ya deje de lastimar con esos goterones que, además, no dejan dormir al mellizo con nosotros:
-Léeme mi cuento del miau, papi:
“Y asomándose, a lo lejos, la mañana,
la Luna de un raudo impulso
tuvo rápidamente que dejar
su esférico hueco para que el
mundo se llene nuevamente de radiantes
girasoles…”.
A la mañana siguiente, al salir muy temprano para recibir los latidos matutinos del nuevo día, el cielo relucía tan celeste que –sin lugar a dudas- el torrencial viento de la víspera lo había purificado, haciéndolo más infinito de lo que ya era e inmenso como el corazón inconmensurable de Dios:
-Qué es eso de inconmensurable –nos diría cualquiera atento a la lectura y se le explicaría, como dicen por allí, con mucha simpleza, de la manera siguiente:
“Mensurable significa medir. Supongo que tu estatura –de acuerdo a la edad que tienes- está comprendida entre 117 a 127 centímetros. Para determinarla ¿qué usamos?; pues, una cinta métrica; obteniendo entonces un dato preciso de tu talla. En cambio, lo inconmensurable es lo contrario. Es imposible medir los atributos de Dios. Pues, Dios es tan –pero tan- inmenso como los ilimitados sueños que se desbordan de tu tierno corazón”:
-¡Entonces, también el cielo es inconmensurable, papi!
Mientras tanto, las huellas verdes en el camino nos susurran que así como los sapos, también las ranas han brincado toda la noche sobre los charcos; donde Abraham, el otro mellizo, le encanta embarrarse los pies diminutos hasta decir basta, pero llega un momento que sus ojos saltones, de tanto saltar, buscan la mirada compasiva de papá para que no le pegue por estar así hecho un asco; pero qué sucio que estás muchacho del demonio y tan desconsiderado, abusando siempre de mí, ¡Anda a bañarte!...; ¡Ya mujer, cálmate!, así son todos: Inquietos, incansables, bandidos batracios que no paran –en ningún instante- de brincar de un lado para el otro, desesperándonos, sacándonos antes de tiempo estas canas verdes:
-Pero el miau, dónde está el miau, papi.
-Está donde tu sueño desee que esté.
Hasta que, transitoriamente, se durmió el mellizo con nosotros:
“Y su miau tan pequeñito,
realmente sí tenía una cola
muy desproporcionada para su tierna edad;
pobre miau, entre los dos mellizos
se disputaban su amor
queriendo traerlo para sí:
Uno lo jalaba de la cabeza
y el otro tratando de arrancharlo
de la cola.
Hasta que en una de esas el miau,
ya jaloneado tremendamente,
en un descuido huyó no se sabe dónde…”
-¡Papá, ni en el sueño puedo encontrar al miau!
-Bueno, los miaus suelen esconderse pero bien, bien adentro; hasta que les pase, seguramente, el largo dolor de sus estiradas colas.
Esa noche se tuvo que abrir, de par en par, los empolvados mosquiteros y del harto polvo acumulado emergió una arañota negra que comenzó a desenredar su grandota telaraña delante de nuestros asombrados ojos y parecía que los del Abraham, de tan desorbitados que estaban, se iban a salir de sus orbitas como el planeta tierra que de tanto darse vueltas y vueltas en el mismo lugar un día se aburrirá y se mandará a mudar donde unas nuevas órbitas recién nacidas, con sus ingenuos movimientos y sus astrales esferas, volverán a jugar a las rondas infantiles:
“A la ronda de las cigarras
al invento de las cometas
¿quieres tú jugar conmigo?
bajo el puente la playa
y danza el resplandor
y graban las gaviotas
sus huellas en la arena
A la ronda de las ranas
a torres de arena mojada
¿quieres tú jugar conmigo?
observa el horizonte
y el arco de garzas
blancorear el firmamento
A la ronda de los sauces
a quebrar los espejos del río
¿quieres tú jugar conmigo?” (1).
La casa de calaminas, con paredes enlucidas con barro cocido, trenzados los troncos de árboles fluviales para darle la característica forma rural; lindante a la transparencia del río, de donde del frondoso valle sus tupidas aves: La Chiroca, el Chilalo, el Choqueco, la Cucula, la Putilla, la Zoña, El Chihuiso, la Torcaza, y la Tijereta; reverdecen la pesada turbiedad dejada por la lluvia nocturna, con los negros escarabajos que escarban hacia la ovalada profundidad de la tierra
húmeda:
-Es que es oscuro y tengo miedo –nos conmueve, el mellizo con nosotros.
“Y el miau se esfumó
tapado por la penumbra del eclipse
que volvió ciegas a las personas,
pero por pocos minutos,
porque rápidamente retornó
el resplandor al angustiado corazón
de los hombres…”
-¿Eclipse? ¿qué es eso, papi?
-A ver…es como si en medio de ti y de mí se pusiera un circulo negro, pero que como rueda, luego de unos minutos seríamos iluminados, de nuevo, con la luz de nuestras sonrisas vueltas a encontrar.
Sí, Lo más parecido a la felicidad es la sonrisa que se nos escapa así tan límpida durante la infancia –sentencia el abuelo-. Tan consentidor, dándoles caramelos justo minutos antes de saborear, embutidos en la mesa familiar, las caprichosas recetas de mamá; carcajeándose, hasta la asmática estridencia, de sus inolvidables malcriadeces, satisfaciéndoles sus imposibles deseos y diciéndoles por lo que le resta de vida que en él encontrarían a su más leal compinche para hacer rabiar –sacándole la lengua- a las inevitables tristezas que vendrían:
-¿No se habrá ido el miau a acompañar al cielo, cuando es de noche, al abuelo?
Y es que el abuelo, acompañado de su asma invernal, un día dejó de contemplarnos con su comprensiva mirada, para dedicarse sólo a penetrarnos la luminosidad que despedía, silenciosamente, su fatigado corazón.
-Posiblemente, hijo, porque dicen que los miaus poseen una visión nocturna muy aguda.
El otro día, después de tanto chivatear cansados y luego de haberse tirado tierra y más tierra; y tierra llena de hormigas rojísimas que hacen arder el cuerpo de flaco lagartija del Abraham, pidiendo su agua para saciar la sed que endurece estas palabras, haciendo que se pronuncien un tanto enredadas pero –al fin de cuentas- entendibles y expresivamente fisiológicas:
-Quiero pichi; caca, papi –dicen, al unísono, el Emmanuel y el Abraham.
Revoloteando los negros moscones aterrizan, con el curvilíneo zumbido de sus alas y sorbiendo de las buganvillas sus vegetales sustancias,
desembocando en lo alto hacia esos huecos redonditos que son su casa de madera:
-¡¿Qué?! ¿El moscón es tu amigo, papi?
-Por las noches, él se agarra muy fuerte de los focos prendidos, porque creo que les pesa demasiado su piel oscura:
“Y la fugaz oscuridad
con felina celeridad se disolvió,
pero ningún pequeño rastro apareció,
y el mellizo Emmanuel se entristeció,
y el otro mellizo todavía se acordó”
¡Ah, me olvidaba!: Los zancudos, arremolinándose en torno a líquidos sanguíneos; salían después de caída la incesante lluvia, y picaban a diestra y a siniestra, succionando todo tipo de sangre que encontraran a su sediento paso; sí, casi nadie se salvaba de su libación insaciable:
-¿Y a los bu también les pica, papi?
-Claro que sí; pues, los fantasmas no cuentan con estos impenetrables mosquiteros, y, además, multicolores, para protegerse.
Por eso, los fantasmas después de fuertes noches de lluvia prefieren guarecerse en un lugar invisible y muy –pero muy- secreto, que los hace mucho más misteriosos y menos vulnerables a las indiscriminadas picaduras de los vampirescos zancudos.
Pero ahora déjame hablarte de un hombre que amó muchísimo a los gatos, francés de nacimiento, huerfanito de padre, llamado Carlitos que tuvo, lamentablemente, una vida sombría, muriendo –a temprana edad todavía- a los cuarenta y seis años y que compuso hermosos poemas gatunos como el que evoco ahora para ustedes, queridos mellizos míos:
“Ven, bello gato a mi pecho amoroso:
retén las uñas de tu pata,
y deja que me hunda en tus dos bellos ojos,
mezclados de metal y de ágata.
Cuando mis dedos a gusto acarician
tu lomo elástico y tu cabeza,
cuando mi mano del placer se embriaga
de recorrer tu piel eléctrica,
a mis mellizos creo ver. Su mirada
como la tuya, amable bestia,
tierna y profunda, penetrante como un dardo;
y de los pies a la cabeza
un sutil aire, un amoroso aroma,
nadan en torno de su recuerdo moreno” (2).
Por eso, sé que una vez que su miau se meta, del todo, dentro de los inolvidables huecos de la nostalgia, recién podrán hallarlo, rasguñando sus gozosos corazones y maullando, largamente, dentro de las inconmensurables esferas del recuerdo.
(1) Realización poética del vate piurano José María Gahona inmersa en el poemario “Transparencias”. Trujillo 1995, página: 36 (Poema 2). Ediciones Camión Editores.
(2) Realización poética del escritor francés Charles Baudelaire inmersa en el libro
“Las Flores del Mal”. Buenos Aires 1953, página 73 (Poema XXXVI-“EL GATO”). Editorial Losada, S.A.
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